Friday, September 11, 2009

Hija de la mothernidad

Otro día más apresuro el paso para no toparme con Don Rayito de Sol, un hombrecito feliz que siempre que me ve me hace un festín de frases elaboradas. Lo veo de reojo caminando hacia mí, pero por más que intento no puedo escapar: me grita mi nombre y me sordeo, me dice que tiene un mensaje importante. Entonces atrapada me detengo a escucharlo y me dice que "hoy Dios pinto el cielo justo para mí". No importa el tema, siempre es lo mismo tiene un opening line que me deja completamente muda, nunca tengo la respuesta correcta a lo que me dice, nunca se me ocurre nada inteligente, sensato o si quiera amable además de un simple "Gracias" y una sonrisa forzada para su parafernálica amabilidad.

Llámenme antisocial pero para trabajar me gusta llegar, hacer lo mío e irme. Cuando tengo tiempo (y ganas) de platicar, me gusta hacerlo con una taza de té en la mano (eso desde que soy intolerante a la lactosa) sentada de chinito en un sitio cómodo y sin pensar que tengo más pendientes por atender en el día, no digo que no me permita echar el chal mientras atiendo asuntos en mis horas laborales pero no cada vez que corro al estacionamiento tarde para alguna cita, que esto es casi siempre.

Yo creo que es culpa de nuestro fastfood lifestyle. Amo los cajeros automáticos y la banca por internet, el drive thru y la domiciliación de pagos y todo aquello que me haga la vida fácil, que me evite colas y que me agilice la vida. Desgraciadamente tengo que decirlo: el contacto humano es un factor retardante en los procesos, uno va saluda, pregunta, pide, recibe, corrige, cambia y agradece. Esto si le va bien, si no es que alguien se pone sentimental y le hace plática, en el mejor de los casos, lugares comunes, en el peor te agarran de su confidente sentimental. Razón primaria por la que ODIO los salones de belleza. Una va a veces con el tiempo contado entre una cosa y otra. Pero como que por tradición el servicio de shampoo incluye terapia y la silla de peluquero se convierte en diván y yo sólo quiero dormir mientras me masajean mi cuerito cabelludo. En cambio nunca falta la mujer solidaria (por no decir metiche) que también opina y da pie al debate.

Y que decir de ir al súper con mi madre... es todo un ritual social, ella va de noche cuando casi no hay gente (lo cual agradezco) pero aún así saluda al guardia, le pregunta por sus hijos de los cuales tiene conocimiento y lo mismo sucede con la de las carnes frías, el panadero, el carnicero. Acude siempre que puede con la misma cajera y el mismo cerillo que para esas horas generalmente es un hombre de edad al cual lo mismo actualiza sobre su vida y milagros.
Ir a algún lado con mi abuelo es aún peor... hace como un mes lo llevé al banco, viernes de quincena y medio día. Me presentó a la cajera, fuimos a saludar a cada ejecutivo de cuenta todo esto ante la mirada atónita de toooda la fila por supuesto, temiendo yo por mi integridad física y la de mi abuelo que ante semejante charla digna de café y galletas algún tarjetahabiente nos agrediera por estar deteniendo la cola. Por lo que respecta a los funcionarios bancarios, todos conocen a mi abuelo, él trabajó como 20 años en dos bancos. Incluso fuera del banco todos lo conocen, no importa el lugar al que vaya. Incluso cuando murió mi abuela fueron hasta los cajeros del Mode a darle el pésame. Lo cual seguro es lindo, pero creo que es mucho para mí.
Mi cortesía robótica y minimalista apenas me deja completar mis pendientes. No es excusa lo sé a veces uno dice las cosas más por rutina que por interés. Hace como un año por ejemplo me econtré a una compañera de la universidad en el Office Max en la caja cargada de planos que mientras me iban entregando iba doblando para llevar a desarrollo urbano antes de que me cerraran y entre mi ajetreo le pregunto -¿Cómo estás? sin realmente esperar respuesta. A lo que sin previo aviso me contesta que su madre acababa de fallecer después de varios meses de luchar contra un cáncer muy difícil. Por supuesto además de que se me cayeron los calzones y me quedé sin palabras, me sentí como la pieza de mugre más pequeña del lugar.

Cuántas veces no vamos corriendo por la vida sin darnos cuenta de quién esta a nuestro alrededor,sin embargo tampoco vamos cargando con tooodo ese peso de saberlo. Es egoísta, pero a veces es una manera de sobrevivir. Es un poco mecanismo de defensa, a veces no estamos preparados para realmente conectarnos con otras personas, ir cargando además de nuestros paquetes los ajenos. En lo personal odio las pláticas superficiales y los lugares comunes, pero quizá es la única manera de hacer contacto con muchas personas que quizá es lo único que piden.

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